viernes, 29 de noviembre de 2013

CAPITULO 13








Mantenerme alejada de Pedro no era exactamente fácil, ya a que vivíamos bajo el mismo techo. Incluso si él intentaba mantener la distancia, chocábamos entre sí. También evitó el contacto visual conmigo, pero eso solo me hacía sentirme más fascinada con él.
Dos días después de nuestra conversación en la playa, me acerqué a la cocina después de comer mi sándwich de mantequilla de maní y fui recibida por otra mujer medio desnuda. Su pelo era un desastre, pero incluso despeinada ella era atractiva. Odiaba las chicas como esas.
La chica se volvió para mirarme. Su expresión de sorpresa rápidamente cambió a molesta. Bateó sus pestañas y luego colocó una mano en su cadera. 
¿Acabas de salir de la despensa?
—Sí. ¿Acabas de salir de la cama de Pedro? —Le contesté. Salió de mi boca antes de que pudiera detenerme. Pedro ya me había informado que su vida sexual no era asunto mío. Necesitaba callarme.
La chica levantó ambas cejas perfectamente depiladas y luego una sonrisa divertida cruzó sus labios. 
—No. No es que no quisiera entrar en su cama si él me
dejara, pero no le cuentes a Federico eso. —Agitó una mano como si fuera a espantar una mosca—. No importa. Él probablemente ya lo sabe.
Estaba confundida. —Así qué, ¿acabas de salir de la cama de Federico? —Le pregunté, dándome cuenta nuevamente que no era asunto mío. Pero Federico no vivía aquí, así que tenía curiosidad.
La chica pasó la mano a través de sus desordenados rizos castaños y suspiró. —Sip. O al menos de su antigua cama.
—¿Su antigua cama? —Repetí.
El movimiento en la puerta del pasillo atrapó mi atención y mis ojos se encontraron con los de Pedro. Me observaba con una sonrisa de superioridad en sus labios. Estupendo. Me había escuchado entrometiéndome. Quería mirar hacia otro lado y fingir que no le había preguntado a la chica si ella había estado en su cama.
El conocido brillo en sus ojos me dijo que eso sería inútil.
—Por favor, no dejes que yo te detenga, Paula. Continúa interrogando a la invitada de Federico. Estoy seguro que a él no le importara —dijo lentamente Pedro.
Cruzó sus brazos sobre su pecho y se apoyó en el marco de la puerta como si estuviera poniéndose cómodo.
Agaché mi cabeza y caminé hacia la basura para limpiar las migas de pan de mis dedos mientras organizaba mis pensamientos. No quería continuar esta conversación mientras Pedro escuchaba. Me hacía parecer demasiado interesada en él. Algo que él no quería.
—Buenos días, Pedro, gracias por dejarnos dormir aquí anoche. Federico bebió demasiado como para manejar todo el camino de regreso a su lugar —dijo la chica.
Oh. Así que esa es la historia. Mierda. ¿Por qué permití que mi curiosidad se apoderara de mí?
—Federico sabe que tiene una habitación cuando él lo quiera —dijo Pedro. Pude verlo apartarse del marco de la puerta y caminar hacia la encimera por el rabillo de mi ojo. Su atención estaba en mí. ¿Por qué no dejaba pasar esto? Podría dejarlo silenciosamente.
—Bien, uh, creo que voy a ir a buscarlo, entonces —La voz de la chica sonó insegura. Pedro no respondió y yo no miré atrás a ninguno de ellos dos. La chica tomó eso como la señal para marcharse y yo esperé hasta que escuché sus pasos en las escaleras antes de mirar por encima a Pedro.
—La curiosidad mato al gato, dulce Paula —susurró Pedro mientras caminaba más cerca de mí—. ¿Creías que había tenido otra pijamada? ¿Tratabas de descubrir si estuvo en mi cama toda la noche?
Tragué saliva pero no dije nada.
—¿Con quién me acueste no es tu asunto? ¿No hemos pasado por esto antes?
Me las arreglé para asentir. Si tan solo me dejara ir, yo nunca hablaría con otra chica que estuviera en su casa.
Pedro estiró el brazo y enrolló un mechón de mi cabello alrededor de su dedo. 
—No quieres saber de mí. Puedes pensar que lo quieres, pero no es así. Te lo aseguro.
Si no fuera tan malditamente hermoso y no estuviera delante de mis narices, entonces sería más fácil creerle. Pero cuanto más me apartada de él, más intrigaba me sentía.
—No eres lo que yo esperaba. Me gustaría que lo fueras. Sería mucho más fácil —dijo en voz baja, luego soltó mi cabello, se giró y se fue caminando. Cuando cruzó la puerta que conducía hacia el pórtico trasero, dejé escapar la respiración que había estado conteniendo.
¿Qué quiso decir? ¿Que había él esperado?

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