domingo, 8 de diciembre de 2013
CAPITULO 31
Pedro no estaba mintiendo cuando dijo que quería vestirme. Me abrochó el sujetador en la espalda y luego me dio un pequeño beso en el hombro antes de poner mi camisa sobre mi cabeza.
—Preferiría que te quedaras aquí, mientras voy a encontrar a Isa. Tienes que ver tu muy contenta cara, y en serio es sexy. No quiero acabar en una pelea.
Más elogios. No estaba segura de que me acostumbrara a esto de su parte.
—Vine aquí con Isa porque estaba tratando de animarla a no dormir por ahí con chicos que nunca la verían por más que un momento de diversión.
Entonces, viniste con nosotras y ahora aquí estoy, en el asiento trasero de tu coche. Siento que le debo una explicación.
Pedro no respondió de inmediato. Me estudió un momento, pero no podía leer su expresión en la oscuridad. —Estoy tratando de decidir si querías decirlo para que sonara como si estuvieras haciendo lo que la animaste a no hacer. —
Movió su cuerpo hacia atrás sobre el mío y metió la mano en mi pelo—. Porque he tenido una probada y no estoy compartiendo. Esto no es sólo por diversión. Puede que sea un poco adicto.
Mi corazón se estrelló contra mis costillas y di un profundo suspiro. Vaya. Bien. Oh mí. Logré un movimiento de cabeza y Pedro bajó la cabeza y me dio un pequeño beso en los labios antes de pasar la punta de la lengua por el labio
inferior. —Mmm, sí. Quédate aquí. Voy a traer a Isabel para que hable contigo.
Una vez más, lo único que pude hacer fue asentir.
Pedro se alejó de mí y estaba fuera de la puerta y caminando hacia el bar.
Antes de que pudiera recuperar el aliento. Se podría pensar que era adicto, pero no tenía ni idea de cómo me hacía
sentir. Al menos él podía caminar. Nunca habría sido capaz de soportar estar sobre mis propios pies tan pronto.
Sentada con la espalda recta, acomodé mi falda y me deslicé a través de la puerta. Necesitaba salir y pasar al frente, pero todavía no estaba segura de que confiaba en mis piernas. ¿Era esto incluso normal? ¿Un chico debería ser capaz de hacerme sentir de esta manera? Tal vez había algo mal en mí. No debería estar reaccionando a Pedro de esta manera... ¿debería?
Este fue uno de esos momentos en los que realmente necesitaba una amiga.
La única que tenía era Isabel y estaba bastante segura de que no era la mejor persona para dar consejos cuando se trataba de chicos. Necesitaba a mi mamá.
El dolor se estableció cuando recordé y cerré los ojos para combatirlo. No podía dejar que la tristeza ganara en estos momentos.
La puerta se abrió y allí estaba Isa, sonriéndome. —Bueno, mírate.
Haciéndolo con la cosa más caliente de Rosemary en la parte trasera de su Range Rover. Y pensaba que querías un hombre de cuello azul. —Sus palabras se fueron
arrastrando un poco.
—Súbete, Isabel, antes de que deje tu culo aquí afuera —dijo Pedro detrás suyo. Miré por encima del hombro. Parecía molesto.
—No me quiero ir. Me gusta Esteban, ¿o se llamaba Juan? No, espera, ¿qué pasó con Carlos? Lo perdí... creo. —Isabel divagaba mientras subía al asiento trasero.
—¿Quiénes son Esteban y Juan? —pregunté mientras ella agarraba el apoyo para la cabeza y luego caía hacia atrás en el asiento.
—Esteban está casado. Dijo que no lo estaba, pero lo está. Me di cuenta. Los casados siempre tienen el olor sobre ellos.
¿Qué estaba diciendo?
La puerta de Isabel se cerró y empecé a preguntarle más cuando la puerta se abrió a mi lado. Me giré para ver a Pedro de pie, con la mano extendida para que la tomara. —No se trata de darle sentido a todo lo que dice. La encontré en el bar terminando una ronda de seis chupitos de tequila que el casado Esteban le había comprado. Está destrozada.
Esta noche no era exactamente lo que había esperado que fuera. Había pensado que los chicos de mi tierra natal serían diferentes. Tal vez tratarla con respeto. Pero luego ella llevaba pantalones cortos de cuero rojo. Puse la mano en la
de Pedro y él la apretó. —No hay necesidad de explicarle nada esta noche. No lo recordará por la mañana.
Probablemente tenía razón. Salí de la Range Rover y me atrajo hacia su pecho antes de cerrar la puerta detrás de mí. —Quiero saborear esos dulces labios, pero me voy a negar. Tenemos que llegar a su casa antes de que se enferme —dijo Pedro en un bajo susurro ronco.
Asentí con la cabeza. También quería que me besara, pero si Isa iba a estar enferma, entonces teníamos que llevarla a casa. Empecé a alejarme, pero sus brazos se apretaron a mí alrededor. —Pero lo que he dicho antes. Lo dije en serio.
Te quiero en mi cama esta noche.
Una vez más, lo único que pude hacer fue asentir. También quería estar en su cama. Puede ser que sea tan estúpida como Isabel cuando se trataba de hombres, después de todo. Pedro me llevó hasta el lado del pasajero y abrió la
puerta para mí. —A la mierda lo de ser amigos —murmuró, agarrando mi cintura para ayudarme a levantarme.
Sonriendo, lo vi caminar de regreso por la parte delantera de la Range Rover y subir. —¿Por qué la sonrisa? —preguntó una vez que estuvo detrás del volante.
Me encogí de hombros. —“A la mierda lo de ser amigos.” Me hizo reír.
Pedro se rió y negó con la cabeza antes de arrancar la Range Rover y salir del estacionamiento ahora lleno.
—Sé algo que no sabes. Sí, lo sé. Sí, lo sé —empezó a cantar Isabel con voz cantarina. Me di la vuelta para mirarla. No sonreía, pero un torpe gesto fue plasmado en su rostro—. Sé algo —susurró en voz alta.
—Escuché eso —respondí y miré por encima a Pedro que no parecía divertido. No era un fan de Isabel borracha.
—Es un gran secreto. Uno enorme... y lo sé. No debo, pero lo sé. Sé algo que tu no sabes. No lo sabes. No lo sabes —comenzó a cantar de nuevo Isabel .
Empecé a preguntarle qué era lo que sabía, pero Pedro habló primero. —Es suficiente Isabel . —La alerta de Pedro fue clara. Incluso me estremecí con lo dura que sonó su voz.
Isa apretó los labios y actuó como si estuviera girando una llave y luego tirándola a la basura.
Me di la vuelta, preguntándome si sabía algo que necesitaba saber. Pedro seguramente actuó como si ella lo hiciera. Parecía a punto de parar el coche y tirarla fuera.
Pedro comenzó a jugar con la radio por un poco de música, así que decidí permanecer en silencio. Se molestó porque Isa sabía algo que no debía saber.
Tenía tantos secretos que lo rodeaban. Había cosas que se negaba a hablar.
Estábamos atraídos el uno por el otro. Eso no quería decir que tenía que decirme todos sus secretos. ¿Lo hacía? ¡No! Por supuesto que no. Pero una vez más, ¿estaba dispuesta a dar una parte de mí misma por alguien que no conozco
realmente? Él era tan cerrado. ¿Sería capaz de hacer esto con él y no apegarnos? No estaba segura.
La mano de Pedro se deslizó sobre la mía. Lo miré y él estaba observando la carretera, pero estaba pensando. Me hubiera gustado poder preguntarle. Pero todavía no estábamos ahí. Tal vez nunca lo estaríamos. ¿Debo darle mi virginidad a un hombre que estaría caminando fuera de mi vida pronto, sin esperanza de algo más?
—Ese fue el mejor momento, de siempre. Me gustan los muchachos de cuello azul. Son muy divertidos. —Dormida en el asiento trasero, Isabel arrastró las palabras—. Deberías haber mirado alrededor por algunos más, Paula. Hubiera sido más inteligente por tu parte. Pedro es una mala idea. Porque siempre habrá una Dani.
¿Dani? Me giré para mirar hacia Isabel. Tenía los ojos cerrados y la boca abierta. Un suave ronquido escapó y sabía que cualquier explicación a ese comentario no estaría sucediendo esta noche. Al menos no de Isa.
Me volví a mirar hacia Pedro cuya mano había dejado la mía y ahora estaba agarrando el volante con fuerza. Su mandíbula se apretó, también. ¿Cuál era el asunto con su hermana? Era su hermana, ¿verdad?
—¿Es Dani tu hermana? —pregunté, mirándolo para cualquier reacción.
Simplemente asintió, pero no dijo nada más. Esto era lo que había recibido la última vez que lo llevé ahí. Completamente cerrado a mí—. Entonces, ¿qué significa lo que dijo Isabel? ¿Cómo dormir juntos le afectaría a Daniela?
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