jueves, 28 de noviembre de 2013

CAPITULO 11






Cuando salí hacia mi camioneta esa noche me sentía aliviada de no ver ninguna señal de Antonio. Debería haber sabido que él solamente bromeaba. Había hecho un par de cientos de dólares en propinas hoy y decidí que permitirme tomar una comida real estaba bien. Me detuve junto a la ventanilla de pedidos de un McDonalds y pedí una hamburguesa con queso y papas fritas. Las comí felizmente
en el camino de vuelta a casa de Pedro. No había coches aparcados fuera esta noche.
No volvería a pillarle teniendo sexo esta noche. Por otra parte, podría haber traído a alguien aquí en su coche. Caminé al interior y me detuve en el vestíbulo.
Ninguna televisión. Ningún sonido en absoluto, pero la puerta había estado desbloqueada. No había tenido que usar la llave escondida de la que me había hablado.
Había sudado demasiado hoy. Tenía que tomar una ducha antes de irme a la cama. Entré en la cocina y comprobé el pórtico delantero para asegurarme de que estaba libre de aventuras amorosas. Conseguir una ducha sería fácil.
Me metí en mi habitación y agarré los viejos bóxer de Facundo y un top con el que dormía por la noche. Facundo me los había dado cuando éramos jóvenes y tontos.
Él había querido que durmiera con algo que era suyo. Había estado durmiendo con ellos desde entonces. Aunque ahora eran mucho más estrechos de lo que eran entonces. Había desarrollado curvas desde la edad de quince años.
Tomé una profunda respiración del aire del océano y salí al exterior. Ésta era mi tercera noche aquí y todavía no había bajado hasta el agua. Llegaba a casa tan
cansada que no había tenido la energía suficiente para salir allí. Bajé los escalones y puse mi pijama en el baño antes de quitarme mis zapatillas de tenis.
La arena estaba aún caliente del calor del sol. Caminé en la oscuridad hasta que el agua de la orilla se precipitó a mi encuentro. El agua fría se estrelló contra mí y contuve la respiración, pero dejé que el agua salada cubriera mis pies.
La sonrisa de mi madre mientras me hablaba de la vez que jugó en el océano destelló en mi memoria y alcé la cabeza hacia el cielo y sonreí. Estaba finalmente aquí. Estaba aquí por ambas.
Un sonido desde la izquierda interrumpió mis pensamientos. Me giré para mirar hacia abajo, a la playa, justo cuando la luz de la luna se libraba de las nubes y
Pedro destacaba en la oscuridad. Corriendo.

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